En la Grecia clásica siempre creyeron que la velocidad era uno de los primeros atributos de los dioses. Y aquí, en este invierno de crisis gélida, antes de que el sol primaveral intente quemar los últimos vestigios del capitalismo que han brotado, los políticos quieren actuar como dioses.
La solución a los problemas económicos del mundo (y por particularizar, de España) sólo podía comenzar reduciendo el gasto público. Ya lo advirtió Rajoy. Y cuando las palabras de la oposición se convierten en perro de presa surten el efecto deseado. Sin esfuerzo ni demora y casi al instante. Son un Gobierno en la sombra con la mirada desdoblada entre dios y el diablo.
Prefiero a Joseph Stiglitz, un controvertido economista con varias predicciones acertadas. "De momento se ha hecho poco para cambiar una forma de entender el capitalismo que nos llevó a la debacle. Demasiado poco. A veces pienso que no hemos aprendido nada: estamos como estábamos, y en algunas cosas aún peor", comentaba hace unos meses el Premio Nobel de Economía 2001.
Prefiero a Joseph Stiglitz, un controvertido economista con varias predicciones acertadas. "De momento se ha hecho poco para cambiar una forma de entender el capitalismo que nos llevó a la debacle. Demasiado poco. A veces pienso que no hemos aprendido nada: estamos como estábamos, y en algunas cosas aún peor", comentaba hace unos meses el Premio Nobel de Economía 2001.
La celeridad de Zapatero por parchear esta máquina averiada resulta incomprensible. Al menos desde el puta de vista teórico. Pero lo más penoso es observar el deleite político por mantener a la sociedad atenazada en la incertidumbre sin aportar una sola idea audaz a este embrollo. Ni la derecha ni la izquierda. Puede ser que mi visión de este proceso sea parcial e incompleta, o que ignore su vida subterránea pero hoy percibo que navegamos como un buque fantasma por las procelosas aguas de la economía global. Como tituló ayer el diaro Gara: "Zapatero sustituye la prestación a los parados por ayudas a las empresas".
De nuevo Stiglitz señala con el dedo a los culpables -los bancos- que son predadores, insaciables, mentirosos e impredecibles. Y apunta que contra "el fetichismo del déficit" -el mantra de Occidente-, la mejor decisión sería "freirles a impuestos para que paguen por lo que hicieron". Quizá sea tarde.
Pero es ahora cuando los ciudadanos deberíamos actuar de manera diferente a la que hemos venido haciendo en los últimos tiempos. No es que diga lo que haya que hacer (ni idea, la verdad) ni sienta nostalgia por volver a la época de los asedios a los palacios de invierno pero sí percibo en estas latitudes que faltan voces enrojecidas por la protesta. Estallidos de rabia contra el cielo. Se trata de poner fin al aforismo de que para que sobreviva el sistema -el mejor de los conocidos- es inevitable que el fraude financiero de los poderosos lo paguemos todos. Sin dilemas morales. Esa es la solidaridad del nuevo mundo. La eterna duda vuelven a ser estos sindicatos que ya no representan a casi nadie aunque se crean dioses. España, el mundo, no lo tiene fácil. Y nace Annonymous
2 comentarios:
Me ha dado tanto subidón la lectura que me dan gran de gritar "a las barricadas". Un poco más en serio, pondría el énfasis en las palabras de Stiglitz y su dedo apuntando a los culpables: los bancos. "Insaciables, mentirosos e impredecibles". Pues eso, "freirles a impuestos para que paguen por lo que hicieron". Y, qué pasa con los grandes fortunas, la evasión de capitales, los sueldos intocables...? Buena reflexión y magistralmente contado.
Es el juego. Algún dia nos cansaremos y entonces veremos qué ocurre con los grandes monasterios de cristal blindado. Veremos...
Publicar un comentario