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martes, 19 de octubre de 2010

La otoñal Francia

Hay días nublados que no pasarán a la historia. Te levantas de la cama, enciendes la radio para entrar en contacto con el mundo y por mucho que cambies de dial, sientes que vives atrapado en un laberinto prefabricado con mensajes repetidos que te dejan fuera de combate. 

La información que recibo me hace sentirme más libre. Me permite conocer lo que es importante, me ayuda a deslindar lo fundamental de lo accesorio y a conocer el comercio de la verdad. Ahora se habla de la revuelta sindical en Francia. De los malditos estudiantes. De unos ciudadanos que han abandonado sus libros y han dejado vacías las aulas para ocupar las calles para decir basta a una clase política que vive de espaldas a todo menos a los dueños del dinero.

Pero eso no es lo peor: los reclamos ganan cada hora seguidores y lo que ayer parecía sofocable, hoy asfixia a ese poder viejo y codicioso. Este otoño francés ha regurgitado los memorables recuerdos de cuando las movilizaciones de protesta sonaban a estallidos de rabia contra el cielo.

Africanos de ébano, brasileñas curvilíneas como notas de un pentagrama, rumanas con ojos aguamarina, gabachos de pelo surfero han levantado su puño contra ese cielo apestosamente vulgar y grisáceo. ¿Qué hacer? El libre mercado es insaciable. Mientras con una mano predica las buenas maneras denunciando disturbios callejeros, con la otra alimenta la hoguera de la marginación con mensajes por palabras cargadas de pólvora y dinero. Curiosa paradoja mercantilista la de esta democracia.

La represión no resuelve los problemas de una sociedad enferma de egoísmo sino que la provoca y la empuja a rebelarse con más fuerza.

Hace falta una nueva política, una política que reconozca la realidad y se comprometa a hacer partícipe a la ciudadanía del futuro del país, porque todos decimos y proclamamos que este mundo es nuestro país. Pero los decadentes Amos del Universo que hoy nos gobiernan no siempre escuchan.

Parafraseando a Aldous Huxley, el ruido de la protesta francesa ha ascendido una octava y media y ya alcanza el estruendo del ciervo volante. Sin embargo, a este lado de los Pirineos, en España, los estudiantes siguen soñando con un mundo feliz. En disciplinado silencio, eso sí. Leía hoy una cita de Carlos Taibo sorprendentemente esperanzadora: "El anarquismo es un pensamiento vivo e iconoclasta que se niega, afortunadamente, a morir". Pues eso.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

La cita que añades al final corresponde a este libro:

http://www.loslibrosdellince.com/libros.php?q=68


Un abrazo.

Gorka dijo...

Hola Willy,
en primer lugar decirte que tus fotos me parecen enormes. Enhorabuena. Y que muchas gracias por tu comentario. Sólo una cosita: si pinchas sobre el nombre de Carlos Taibo se abre una ventana con la portada del libro. de hecho, la cita la leí de tu red y me pareció brutal.
Un abrazo y a ver si nos vemos en una playa con olas o en una ciudad ruidosa.