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viernes, 17 de febrero de 2012

La vida secreta de las palabras


Se que leer atrocidades a estas horas de la mañana suele encajarse como un puñetazo entre los ojos. Pero es que ayer vi de nuevo la película ‘La vida secreta de las palabras’ de Isabel Coixet, galardonada con cuatro premios Goya en 2005 y volví a recordar a una mujer que conocí en Bagdad. 

Se llama, o quizá se llamaba, Hosnia. Tenía 25 años y anhelaba estudiar enfermería cuando la vida era visible en Irak. Hosnia tenía el pelo negro y revuelto, y sus pupilas eran como dos cuerdas que la aferraban a la realidad. Vivía en el hospital psiquiátrico Al Rashaad, un centro de salud inmundo. Abandonada a su suerte, había sido ferozmente torturada por hordas de miserables sin escrúpulos. Casi no hablaba y cuando lo hacía, sus palabras fluían como una carambola lenta. En medio de su delirio me preguntó si en mi país alguien sería capaz de curarla. Le contesté que sí, que en España teníamos médicos muy buenos. Ella siguió en su mundo, con su sonrisa perdida y sus ojos enormes clavados en aquella sartén de arena y roca que cuando soplaba el viento convertía el polvo en un juego de dardos con las caras de los vivos. 

En Siria hay muchas Hosnias. La carnicería que allí se está produciendo nos está sirviendo para visualizar varias cosas. Por un lado, la hipocresía de occidente a la hora de manejar los problemas de un mundo sin valores ni principios sino regido por la economía y la influencia. Por el otro, que la bandera de la libertad se utiliza en función de intereses partidistas y no por necesidades colectivas. Entonces, ¿qué les espera a los sirios? ¿Deben esperar que el régimen alivie la represión contra la población insurrecta como resultado de las tibias iniciativas internacionales? 

La reportera Mónica García Prieto, un faro obligatorio para acercarse a este conflicto, reflexiona sobre estas cuestiones en un gran artículo y cita al banquero sirio-norteamericano Ehsani: "La premisa es que creo que el régimen no va a entregar o ceder las riendas del poder unilateralmente. Hay tres razones que lo explican: el régimen cree que puede ganar, el régimen cree que ceder poder es como firmar su sentencia de muerte, y el régimen cree que está combatiendo al diablo”. En otras palabras: la represión en Siria sólo acaba de empezar. 

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