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jueves, 8 de marzo de 2012

Old Trafford: Visita al Parnaso


En la vida hay cosas complicadas y problemas irresolubles. El Athletic siempre ha navegado entre estas dos tempestades. Ambicioso y genial, caótico y trasnochado. Todo al mismo tiempo y puede que hasta en un mismo partido de fútbol. Un chute energético constante para las emociones de quienes le seguimos contra viento y marea. 

Pero mi enganche con este equipo no procede de su ciclotímica manera de encarar los partidos sino de la forma con la que algunos "expertos" del fútbol español enmascaran su displicencia cuando hablan o escriben de él. En Donosti y especialmente en Madrid. 

Tengo claro que amo profundamente su cantera, su fortaleza para encarar la codicia del fútbol, admiro su resistencia a entregar los tesoros al feroz capitalismo que rodea este deporte de atolondrados y me siento frustrado con las derrotas ante equipos hechos en factorías de un banco nacional. Si dijera lo contrario sería un Judas Iscariote con mi genética. 

Jamás pienso que sus naufragios deportivos puedan evitarse con retoques en el timón porque sería como una agonía sin testamento vital. Sólo hace falta observar a los niños en las escuelas de mi tierra. Casi nadie admira a Cristiano Ronaldo, poquísimos al Madrid, alguno más al Barça y a Messi y, por supuesto, no conozco a nadie que siga al Atlético de Madrid. En estos tiempos, los ídolos son Llorente, Muniain, Bielsa y De Marcos. Es el primer síntoma de recomposición existencial del Athletic. 

Quiero tanto a este equipo que el resto del fútbol me importa un comino porque no me parece un deporte atractivo sino pasional. Y eso sólo me lo proporciona el Athletic. Hoy Old Trafford, el Teatro de los Sueños, es para nosotros como el Parnaso para los poetas. En Manchester nos gustaría escribir una gran obra. 

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