La casualidad detuvo la retórica poética de Bertold Brecht en Euskadi cuando trataba de concluir la letra del cabaret Happy end. El compositor Kurt Weill le puso música y nació el tema Bilbao song para que Marianne Faithfull lo cantara una octava por debajo de la escala tónica llorando como una magdalena: “Podías obtener placer y ruido por un dólar en Bilbao. En la pista de baile crecía la yerba y a través del techo, se veía la Luna verde. (...) ¿Por qué me duele tanto? Aquí vivió mi amor y están mis recuerdos”.
Suena bien la versión de Faithfull, salvo por un detalle: el color de la Luna ya no es verde, sino gris plomo. El matiz gélido y distante del terrorismo en una sociedad dolorida de tanto cruzar los dedos para que ETA desaparezca de una vez. Ahora viven a la espera de un comunicado por navidad. Envueltos en una serena calma. Siguiendo con la vida.
Así están las cosas. Sin embargo, puestos a buscar signos de normalidad con los que salir de este laberinto de mensajes muertos, la gran ventaja es que en esta tierra de mitos con tintes de tragedia griega sigue existiendo un aceptable sentido del humor. “¿Cuál es el secreto del espíritu guerrero de los vascos?”, se preguntaban en un programa televisivo en el que se parodia los tópicos cotidianos de Euskadi. “Pues creernos que a los romanos les echamos a pedradas cuando en realidad les vendíamos queso de Idiazábal”.
PD: Imposible encontrar la versión de Faithfull pero, de verdad, es desgarradora
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