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jueves, 16 de junio de 2011

Lucha en la calle

"Si hay violencia en nuestros corazones, es mejor ser violentos que ponernos el manto de la no violencia para encubrir la impotencia" (Gandhi)



Fotografía: ©Ramón, en Periodismo Humano

Alguien debería de alertar a los políticos que mensajes como el que lanzó el miércoles Artur Mas sobre la ‘línea roja’ y el uso legítimo de la violencia contra los indignados ni siquiera son originales. Vivimos en una especie de pacifismo de Estado, donde cualquier brote de violencia popular es considerado una afrenta a la democracia y motivo sobrado para ilegalizar otras grandes aventuras. 

Comprendo (y añado que lo comparto) que a determinadas personas moleste que en un movimiento tan sosegado y autocontrolado como el 15M se hayan encendido unas pequeñas brasas de odio como una muestra puntual de su tenaz rebeldía. Es denunciable a nivel interno pero recuerdo que después de 31 días de pacífica protesta, los Indignados sólo han recibido del poder político indiferencia, algún que otro apoyo oportunista (Cayo Lara), declaraciones desafiantes (Esperanza Aguirre), dos cargas monumentales (Madrid y Barcelona), la constitución de ciertos ayuntamientos y Cortes  repleta de imputados en casos de corrupción y envueltos en rancios juramentos bajo palio (Valencia), y aprobaciones presupuestaria absolutamente hirientes para los principios de justicia social que defienden desde su nacimiento (Cataluña). ¿No estábamos todos de acuerdo en que vivimos una crisis tan profunda que se necesita de todos para un cambio estructural? 

Si esto es así será porque nuestros ojos, los de quienes entendemos que es el progreso del Hombre lo que está en juego, aún reconocen que el objetivo final es la profundización de la democracia pese a tanto cinismo inventado en los palacios de invierno que mueven los hilos de esta sociedad. ¿Qué decían los programas electorales de CIU y el PP sobre los recortes en educación, en sanidad y en otros servicios públicos? Absolutamente nada.

Hace un año, el europarlamentario de Los Verdes, Daniel Cohn-Bendit, metía el dedo en la llaga del problema al referirse a la situación de Grecia, cuya crisis de valores es extrapolable a otros países como el nuestro: "No existe una identificación con el Estado. Existe el 'cada cual a lo suyo' y eso es lamentable". Y se pregunta: "¿No deberíamos convencerles con prácticas y no con decretos? El consenso hace falta crearlo porque la culpa es de todos". El resto del discurso de Cohn-Bendit no tiene desperdicio. Aquí lo dejo para que lo escuchen con detenimiento y saquen sus conclusiones.


Con todo, lo más grave de las insinuaciones vertidas por el President Mas es que deja en el aire cuál es, a partir de ahora, la diferencia entre un acto de indignación y un delito. Esto es un grave error. Siento repetirme como el ajo pero es que temo que la clase política ha comenzado a cerrar el círculo de las libertades y considere que ha llegado la hora de explicar a palos quien manda aquí. Es decir, mano dura no vaya a ser que la tribu de los perroflautas (una generalización errónea) pongan en entredicho la democracia en vigor (y el objetivo de sus políticas restrictivas). 

Es probable que de esta forma acaben con la sensación de inseguridad de sus señorías, incluso que expandan el miedo al desafío pero no neutralizarán la incertidumbre. ¿Qué deben hacer los ciudadanos para canalizar su desencanto, para participar, para aportar, para ayudar? ¿Votar cada 4 años a políticos que sirven intereses especulativos, que pueden hacer trampa en cualquier momento? Sin proponérselo, Franz Kafka comienza a ser rescatado de las sombras. Provoca vértigo observar cómo su novela ‘El Proceso’ toma cuerpo real. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Poco a poco. 

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