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lunes, 8 de noviembre de 2010

Felipe X en el jardín del bien y del mal

"Las palabras son todo lo que tenemos". Samuel Beckett


Felipe González quiere que todos acabemos celebrando la extinción de su culto. Como un becerro de oro, aparece de cuanto en cuanto en grandes titulares con frases pomposas y alambicadas para recordarnos que aún está aquí, que envejece como un humano y que, como Jesucristo en el desierto, sufre lo indecible ante las tentaciones de un mal que campa a sus anchas.

Pero Felipe sólo es una sombra que habita en un pasado ominoso. Demasiado oscuro y lejano aunque siga pensando que es el dueño de las palabras. Un oráculo que escupe letras como un muñeco roto.

Su entrevista de ayer en El País laminó mi conciencia. Logró que a partir de ahora me tape la nariz cuando abra la boca. Que mire hacia otro lado cuando le escuche dar consejos ante situaciones delicadas. En definitiva, que transformaré su nombre en alimento para mi indiferencia. 

Pero, ¿qué incidencia tienen los argumentos para un arrogante del poder?

Que Felipe miente más que habla es una moneda de curso legal para miles de ciudadanos, vascos y no vascos, desde hace muchos años. La deriva de su razón práctica haría partirse de risa a Kant. La entrevista de ayer fue el último capítulo de una esquizofrenia política tramposa. Felipe muerde la mano de aquellos que creyeron en sus intenciones de justicia social.  Pero es que además de ser más anacrónico que un dinosaurio en la era espacial, demuestra que traicionó a su propia causa. Sus palabras de ayer convirtieron al eslabón más débil de la guerra sucia que se practicó en Euskadi durante su reinado, Segundo Marey, en  cautivo postmortem de aquella estrategia beligerante y a un condenado por secuestro y asesinato como el general Enrique Rodríguez Galindo en una víctima del sistema.

Hace años que Felipe se fue de este mundo. Ya no sabe cómo es la ciudadanía, qué piensa, qué desea, qué quiere.  Pero él insiste en seguir ahí, colocando palabras-trampa para cazar despistados. Que sepa que muchos estamos en la otra orilla y que el ánimo nos impide mirar hacia atrás. Llevábamos demasiado tiempo equivocados. La esperanza no es conocer la verdad de lo que sucedió durante su mandato sino que Felipe González se mire de una vez por todas en el espejo del tiempo y se eche a llorar. De vergüenza, se entiende.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno, ahora me entran ganas de leer la entrevista, a ver qué tal funciona como detonador de este post... Hablamos, fiera...

Gorka dijo...

Muchas gracias por su comentario, Sr. Blanco.

Unknown dijo...

La lectura de la entrevista provoca una especie de trepanación en el cerebro de la que cuesta recuperarse. ¿Cómo es posible tanta ignominia? Quizá sean las palabras de quien el autoconvencimiento de que hizo lo que debía le permiten seguir viviendo sin remordimientos. Gracias Gorka por tu reflexión, y por compartirla.