El hambre. El gran jinete del Apocalipsis hoy se pasea a galope por buena parte de África. En Kenia, en Somalia, en la República Democrática del Congo. Resulta difícil poner palabras a una de las mayores infamias de la humanidad de la que todos, de alguna manera, somos un poco culpables. Seré sincero: La elección de la foto intenta herir los ojos del espectador.
El motivo es provocar una reacción, un cambio de actitud en estos tiempos que corremos en los que ya nada impone ni rebela. Un moribundo en África es un moribundo alejado de nuestra casa. Poco más. Un muerto es un número. Convivimos con ello y nos hemos inmunizado ante el espanto, de algún modo, gracias al lado más perverso de la globalización. Miles de fotos de seres malnutridos hasta la extenuación desbordan cada cierto tiempo nuestras pantallas de televisión, nuestros ordenadores. Como un estado natural de la cosas, como si no hubiera nada que hacer y todo se deje en manos de la caridad estúpida. Así es el mundo. Unos arriba y otros abajo salpicado con unas pequeñas dosis de mala conciencia.
El hombre de la foto es un despojo humano a punto de cruzar el umbral de la muerte. Basta echar un vistazo: rostro afilado, extremidades finísimas y quebradizas, omóplatos salientes como de una animal que acaba de ver la luz, costillas marcadas como un triste xilófono y el vientre hundido como si el estómago hubiera empezado a devorar su propio cuerpo. Es la pura imagen de la maldad humana, de hasta donde puede llegar el ser humano con su olvido y egocentrismo.
La FAO estima que 840 millones de personas pasan hambre en el mundo y unos 200 millones de niños sufren malnutrición. Cada año, casi 11 millones de menores de 5 años mueren como consecuencia directa o indirecta del hambre y la alimentación inadecuada o insuficiente. La falta de comida diezma Uganda, RDC, Zimbabue, Sudán, Somalia, Kenia. Estas cifras son inaceptables por sí mismas y lo son aún más porque hay alimento suficiente para todos.
Frente a iniciativas caritativas y neocoloniales hay quien propugna la desconexión de estos países del mercado mundial, romper con un sistema capitalista que ha designado a África como el filón de sus materias primas. El horror y la vergüenza que no cesan. Esta imagen explícita del fotógrafo James Nachtwey sobre la humillación humana tiene un sentido: fue tomada en Sudán para evitar el olvido.
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