Hoy he leído un comentario extraordinario sobre la monarquía, el rey Juan Carlos y la controversia que provoca su frívolo comportamiento en españoles que pasan problemas reales para llegar a fin de mes. El texto, que suscribo punto por punto, es de una naturalidad abrumadora -parafraseando al autor de un artículo publicado hoy en el diario ABC- y de un realismo mágico que para sí quisieran muchas plumas bienpagadas de este país desnortado que habitamos:
"En realidad nunca me he preocupado demasiado por la familia real a parte de lo que me toca por mi trabajo. Sabía que es un gasto para el país pero bueno, siempre había pensado que hay cosas peores y monarquías peores aunque si me hubiesen preguntado si habría que abolir la monarquía hubiese dicho "SI". Me arrepiento de haber tenido este planteamiento tan pasivo todo este tiempo"
"Gastarse tanto dinero en un viaje para ir a asesinar a un elefante no se puede resolver con un "me he equivocado. No volverá a ocurrir". Yo me equivoco marcando un teléfono, me equivoco de calle, pero si mi madre está en paro, mi hermano está en paro y yo preparo durante meses un viaje en crucero por el Caribe mientras a mi familia la acosan los bancos, no puedo decir que me equivoqué y todo está arreglado"
No sé si el autor de este comentario tan sencillo y demoledor sabrá algún día que se lo he robado. Su sincera reflexión, auténticas pedradas lanzadas por el corazón, me resulta más útil y considerable que cualquiera de las reflexiones decimonónicas que hoy he leído sobre idéntico asunto. Es toda una lección de autenticidad y concreción. Me encantaría que llegara hasta La Zarzuela, o que al menos cayera en las manos de quienes a estas horas han desempolvado las palas con las que enterrar este vergonzoso episodio real.
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