Niebla, tu no comprendes: lo cantan tus orejas,
el tabaco inocente, tonto de tu mirada,
los largos resplandores que por el monte dejas
al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.
Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,
que de improviso surgen de las rotas neblinas
arrastrar en sus tímidos pasos desorientados
todo el terror reciente de su casa en ruinas.
A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,
que transportan la muerte en un cajón desnudo,
de ese niño que observa lo mismo que un festejo
la batalla en el aire, que asesinarle pudo.
A pesar del mejor compañero perdido,
de mi más tristísima familia que no entiende
lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,
y a pesar del amigo que deserta y nos vende.
Niebla, mi camarada,
aunque tu no lo sabes, nos queda todavía,
en medio de esta heróica pena bombardeada,
la fe, que es alegría, alegría, alegría.
PD: El cuadro es del pintor estadounidense John Weiss y la mirada del perro es la más parecida a la que nos dispensaba Inar, una golden fabulosa que ayer nos dejó tras 14 años de andadura en este lado del espejo. Este poema es para ella.
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