ETA ha logrado dos éxitos indudables con su siniestra existencia. El primero, fastidiar al pueblo, el más numeroso, el que sufre como una maldición los excesos de la política socioeconómica y del mercado libre imperante. El segundo, y no menos importante, dejar maltrecho al independentismo vasco como ideología perfectamente legítima.
Es decir, ETA se ha cargado con su inhumana presencia y su inconsistencia intelectual, los dos bastiones de su razón de ser. Y lo que es más grave. Con exhibicionismos públicos como el realizado esta semana por el dirigente de la banda, Ander Errandonea, al salir de prisión enarbolando una pancarta de Bildu, ETA estimula la misma unanimidad ambiental que muchos independentistas se esfuerzan en combatir, la que tilda de “cómplices del terror” a una agrupación electoral compuesta por mucha gente que rechaza la violencia (y doy fe de ello) y que quiere tener sus propios representantes políticos en las instituciones.
Es decir, ETA se ha cargado con su inhumana presencia y su inconsistencia intelectual, los dos bastiones de su razón de ser. Y lo que es más grave. Con exhibicionismos públicos como el realizado esta semana por el dirigente de la banda, Ander Errandonea, al salir de prisión enarbolando una pancarta de Bildu, ETA estimula la misma unanimidad ambiental que muchos independentistas se esfuerzan en combatir, la que tilda de “cómplices del terror” a una agrupación electoral compuesta por mucha gente que rechaza la violencia (y doy fe de ello) y que quiere tener sus propios representantes políticos en las instituciones.
Lo que hizo Errandonea es apagar el fuego de la perversión política con gasolina en un tema hipersensible, que divide y aterra. ¿O acaso ETA no es el principal contribuyente, con sus memorables comunicados e impúdicas exhibiciones, a la construcción de ese arbusto irracional que equipara independentismo con violencia?
Josep Ramoneda escribió un día que este silogismo encierra un depravado juego de confusión destinado “a desacreditar a determinados movimientos sociales y a empequeñecer un poco más el espacio de lo políticamente posible”. Quería decir que la vertebración de España sólo la pueden garantizar el PP y el PSOE, pero que si se desea reducir un poco más el espectro hay que alistarse en el PP para neutralizar el riesgo creciente de secesión en el país. A la vista está el tirón popular que siguen teniendo los mensajes apocalípticos de políticos como Mayor Oreja.
Por eso no me explico cómo alguien de su entorno cercano no ha mandado a ETA de una vez por todas a hacer puñetas. Por aguafiestas. Por su visión maniquea del mundo. Puede ser que con sus arrogantes dirigentes no se pueda hablar de que la batalla de la libertad es mucho más amplia y global sin que ello signifique renunciar a identidades. Aquí nadie es dueño de las palabras.
Gracias a gente como Errandonea, la selva electoral ha recuperado su aliento. La opción esperada por dinosaurios políticos como Mayor Oreja para navegar como catamaranes desbocados hacia el caladero del votante más duro e iracundo. Como si la vía policial fuera la respuesta a todas las dudas y evitara tener que preguntarnos al final del camino si detrás de ETA hay más razones que la lucha por la independencia de Euskadi.
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