"Una fotografía es un secreto sobre otro; cuanto más te dice menos sabes" (Diane Arbus, fotógrafa estadounidense)
GRABADOS: Carlotta Storelli
Miremos a esa mujer que se enamoró de un beso, del chaval que acariciaba los pechos de su amada tras los muros reservados de una casa.
Miremos a esa mujer que se enamoró de un beso, del chaval que acariciaba los pechos de su amada tras los muros reservados de una casa.
Observemos ahora aquellos inviernos que llegaron después, tan huérfanos de estrellas, tan fríos como el metal, tan muertos como la madera violada. Aquel día de sangre para el que nadie se encuentra preparado.
Una mañana oscura. Una mano rocosa que súbitamente rompe nuestra cara y destruye la ingenuidad del alma. Aturdidos, tratamos de cubrirnos el cuerpo y no sirve de nada.
Y ahora, golpeados por el espanto, por el dolor y la culpa, los sentidos envilecen las palabras, como si aceptáramos que tras la violencia hay una sola explicación.
Desprecio, hablemos pues de tus muertas, de los racimos de mujeres que habéis lanzado contra el suelo. Hablemos del dolor eterno. De ellas, las agredidas, las crucificadas, están de luto, enterradas en un camino amoratado, el de la muerte de toda esperanza. ¿Acaso es el tiempo el antídoto de las heridas del alma? No, siempre perduran aunque la cordura se cubra de cicatrices mientras el dolor se rebaja.
Palabras. Grabados del corazón, destripados para vencer al mal, para extraer del hielo de la violencia una lumbre que temple este invierno perpetuo. Por eso, mirar ahora a las sombras de los cerezos. ¿Acaso no veis que la esperanza, como la sexualidad o la amistad, tiene nombre de mujer?
FOTOGRAFÍAS: Rocío Pina
El dolor ajeno suele ser un tema recurrente en estos tiempos de miseria moral que nos ha tocado vivir. Habitamos un mundo en el que sólo parece importar lo inmediato, lo exitoso, lo bello, lo inmortal. Cada vez se habla más rápido y se mira peor.
Cultivamos el rechazo, abominamos la realidad a la que nuestros sentidos nos han constreñido.
Una imagen deformada de nosotros mismos, repleta de imperfecciones, de trazos gruesos y decadentes que terminan transformando la existencia en una prisión asfixiante. Pero, ¿qué nos estamos haciendo? ¿Acaso siempre fue así?
No del todo. Frida Kahlo libró guerras imposibles contra sí misma, contra su dolor físico y jamás se escondió. Estuvo al frente de muchas de las batallas abiertas con la encorsetada sociedad que le tocó vivir, la más canalla, la más egoísta y maltratadora de todas.
Pero por lo visto, no hemos seguido su estela. Nada aprendimos de ella. Aun tenemos, como Frida, la columna rota y buscamos pretextos perdidos en nuestro propio laberinto de dolor para no retarnos frente al espejo. Entonces, ¿en qué queremos convertirnos? El poeta Samuel Johnson escribió una vez que casi todo el absurdo de nuestra conducta es el resultado de imitar a aquellos a los que no podemos parecernos.
La respuesta emana aquí de la propia imagen. Estas fotografías dan cuenta del movimiento constante del alma contemporánea que se debate aprisionada por la frívola imperfección que reina en estos tiempos de soledad.
Esta colección de fotografía y pintura se exhibe en el Café Unión, Madrid, desde el 5 de mayo hasta el 5 de junio. También puede verse un montaje audiovisual sobre la violencia contra las mujeres realizado por Rocío Pina.
1 comentario:
Te lo dije en la exposición y te lo repito ahora y públicamente: Me parece soberbio el texto. Me emociona. Enhorabuena.
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