"De todas las suposiciones absurdas de la humanidad, nada supera las críticas a los hábitos de los pobres hechas por quienes tienen buena casa, buen abrigo y buen alimento" (Herman Melville)
La foto fue tomada hace unos meses en India. Un tren circula aplastado por el peso de una humanidad hacinada. Viajeros suicidas cuelgan de puertas, techos y ventanillas a punto de precipitarse a la vías como si nada. Es, quizá, la imagen costumbrista del segundo país más poblado de la Tierra pero es posible que pronto lo sea también del planeta. Especialmente si el crecimiento demográfico mantiene su progresión actual.
Naciones Unidas celebrará el próximo 31 de octubre el nacimiento simbólico del ciudadano 7.000 millones. Lo hará a bombo y platillo porque considera que la ocasión lo merece. Es lógico que así sea en un parlamento planetario donde los países que padecen un envejecimiento rampante -los ricos- admiran la alta natalidad de los países pobres pero desprecian su elevada mortalidad. Los cálculos estimativos apuntan que con el ritmo actual de crecimiento demográfico, la Tierra alcanzará los 10.000 millones de habitantes para el fin del presente siglo.
Los fantasmas de la superpoblación ya fueron destapados hace siglos por el británico Thomas Malthus. Su "Ensayo sobre el principio de población", aquel que se sintetizaba bajo una sencilla fórmula cuyo resultado siempre mostraba un negro panorama vuelve a ser desempolvado pese a que demógrafo británico no previó los efectos productivos de la revolución industrial. "Si levantara la cabeza, a Malthus le daría un patatús", dijo hace unos días un experto del CSIC.
Quizá la clave para la supervivencia del planeta Tierra ya no es una cuestión cuantitativa sino cualitativa, es decir, encontrar un sistema de convivencia razonable, un equilibrio entre población y la cobertura de sus necesidades básicas. Pero esto, además de impredecible parece lejos de aceptarse en un mundo donde la reflexión y el altruismo se consideran estúpidas maneras de perder el tiempo.
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El protagonista del video es Joe Jackson, un neoyorkino genial.
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