Esta foto fue tomada hace unas semanas en Camerún y publicada en National Geographic. La chimpancé que va en la carretilla está muerta. Se llamaba Dorothy y acababa de morir de un infarto a los 40 años. Su cuidadora le sujeta la cabeza en medio de un duelo estremecedor. Hasta el grupo de chimpancés al que pertenecía guarda un escrupuloso silencio al paso de la comitiva fúnebre, algo inusual en estos ruidosos animales. Pero en esta ocasión todos callan mientras observan a su compañera muerta tras la valla metálica.
Según cuenta el pie de foto original, la madre de Dorothy fue asesinada por un cazador y a ella, casi un bebé, la vendieron como mascota a un parque de atracciones. Con el dinero de la operación quizá renovaron su armamento. Quien sabe pero el caso es que Dorothy nunca se adaptó al zoo. La condenaron a vivir encadenada durante tantos años que perdió las facultades para trepar a los árboles. La educaron para divertir a los humanos; le enseñaron a beber cerveza, a fumar cigarrillos y a hacer reír a los visitantes del parque haciendo unas tonterías que odiaba. Y así pasó 25 años.
Un día se le abrió el cielo. Fue rescatada de aquel infierno y llevada a Sanaga-Young, un lugar donde, junto a otros ejemplares de su especie, fue cuidada y ayudada a recuperar su autoestima. Pasado un tiempo su salud mejoró y poco a poco recuperó un carácter bondadoso. Incluso adoptó a un pequeño chimpancé, Bouboule, que acaba de quedarse huérfano tras el fuego ciego de los cazadores.
El día de su muerte, los cuidadores del centro Sanaga-Young se quedaron impresionados. El vacío dejado por Dorothy era palpable en el grupo de chimpancés. Algunos reaccionaron inicialmente con agresividad, otros gritaron con frustración pero lo más impresionante fue la reacción al paso de la comitiva: Todos enmudecieron en un ensordecedor silencio. Dorothy la irremplazable yacía muerta.
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