El juego de la vida ha comenzado para la pequeña beluga de la foto. Su madre todavía anda aturdida tras 16 meses de embarazo y un parto en plena navegación pero, de manera instintiva, se prepara para impulsarle hacia la superficie y enseñarle a respirar. El bebe ha nacido en mar abierto: mide 1,20 metros y pesa alrededor de 90 kilos. Vivirá 30 años en aguas del Ártico, donde sirvió como alimento básico para los pueblos nativos de América del Norte y Rusia hasta bien entrado el siglo XX.
Aunque en 1973 fue declarada especie protegida y sólo se permite su caza controlada a los inuit, la contaminación de los ríos y mares del norte han provocado que este animal contraiga horribles enfermedades infecciosas que han mermado su población. En 2008 su existencia en Alaska entró en fase crítica. Se calcula que hoy no existen más de 150.000 ejemplares en todo el mundo. Una población como Badajoz, Getafe, Logroño o Huelva. Insignificante para la inmensidad de los océanos.
Por eso el recién nacido de la imagen representa la esperanza. Durante el tiempo que dure su existencia tendrá que esquivar los zarpazos de depredadores implacables como el oso polar y trampas invisibles como las que colocará el hombre en sus lugares habituales de residencia. Larga vida, pues, a este blanco guerrero de bondadosa sonrisa y gran corazón.
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