Quizá por el azar de nacer en Euskadi, o por seguir la actualidad de América Latina o por pertenecer a una tropa como la periodística hoy tan mermada y endeble, llevo bastante tiempo prestando atención al proceso judicial abierto por el presidente de Ecuador Rafael Correa contra el diario "El Universo", editado en Guayaquil, por las supuestas injurias vertidas contra el mandatario ecuatoriano por uno de sus exeditorialistas políticos, Emilio Palacio, en un artículo titulado "No a las mentiras". Tras 13 horas de deliberaciones, la Corte Nacional de Justicia de Ecuador condenó ayer a su autor y a tres de los directivos del diario más poderoso del país a tres años de prisión y a un pago de 30 millones de dólares a su víctima.
Vuelvo a leer, perplejo, la absoluta indignación que muestra Palacio en cada párrafo del artículo denunciado. El autor llama "dictador y asesino" a Correa, a quien acusa de "ordenar disparar fuego a discreción contra un hospital lleno de civiles y de gente inocente" el 30 de septiembre de 2010, día en el que se produjo un golpe de Estado fallido contra el presidente.
La difusión del fallo de la Corte de Justicia ha vuelto a activar las alarmas sobre un posible deterioro de la libertad de expresión, de difusión y de opinión en el país andino -y por extensión en buena parte de América Latina-. Algunos medios españoles se han permitido el lujo académico de abrir secciones en sus webs para corroborar que la fragilidad de la libertad en ciertos países del sur de América (y alguno del norte) es un hecho objetivo. Será para ilustrarnos las ventajas del liberalismo intelectual que disfrutamos. No sé.
Cuando me tocó escribir sobre América Latina conviví a diario en el laberinto de fantasmas y mitos que acompañan la mirada de los principales medios de comunicación españoles sobre los procesos políticos abiertos en América Latina y decidí extremar el celo. Me esforcé para mantenerme esterilizado frente a dogmas, estereotipos o simpatías que pudieran influirme. Sólo con dejar que los protagonistas de aquellas sociedades retrataran su propia historia, sin silenciar a ninguno, pude perfilar el rostro desfigurado de muchos medios españoles cuando reflejan las complejas realidades latinoamericanas. En España vivimos una extraña contradicción ideológica que impide renovar un compromiso activo con el periodismo. Esta manera de mirar produce en los lectores múltiples batallas perturbadoras. Un ejemplo es que la sentencia condenatoria por un hecho concreto contra un diario concreto, El Universo, es extensible a toda "la prensa" para un medio tan importante como El País.
No oculto que me provocan una profunda duda los tratamientos informativos sobre Ecuador, Colombia, Argentina, Perú o Venezuela. Nada es tan negro como lo pintan, ni tan blanco como otros nos hacen ver. Todos es complicado y está salpicado de tramas corruptas, recuerdos dramáticos y explotación pero también de sueños. Pese a la globalización, existen dificultades reales para leer informaciones contrastadas sobre esos países, a menudo procedentes de fuentes del mismo manantial y generalmente ocultas. Es lo que llamamos información "coja", sin verificar la mayoría, oficiales cuando interesa pero que casi siempre agravian al mismo bando, normalmente el que se sitúa a la izquierda de nuestro ejemplar mundo. Estas informaciones actualizan la tesis de Sherlock Holmes sobre que siempre es más fácil distorsionar las teorías para adaptarlas a los hechos, que los hechos a las teorías. Aunque esto último también suceda.
Pero volviendo al tema original, y para no extenderme, quiero recordar que sólo en España se cerraron dos medios de comunicación, el diario y la radio Egin, en 1998 por orden de Baltasar Garzón. Hubo que esperar 9 años para que fueron "rehabilitados" al determinar los tribunales que todo se debía a un grave error porque sus actividades no eran ilícitas. Claro que ya era tarde para reabrirlos y recolocar a muchos de los que quedaron en paro. Pese a todo, dos periodistas, Javier Salutregi y Teresa Toda, continúan en prisión.
Tampoco se puede pasar por alto que en 2007 el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo ordenó el "secuestro" de la revista El Jueves al considerar que caricaturizar a los príncipes follando era una "grosería innecesaria". La portada era esta:
Estas cosas pasan en España. Y hay alguna más pero hoy estoy tan cansado de tener que dedicar un folio a tratar de justificarme que prefiero pasar a la sección de deportes.
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