"Hay quienes sólo utilizan las palabras para disfrazar sus pensamientos" Voltaire.
Cuando me
tocó escribir sobre América Latina para un diario comencé a descubrir el laberinto de
fantasmas y mitos que acompañan la mirada de los principales medios de
comunicación españoles sobre los procesos políticos abiertos en el continente americano. También me resultaban sorprendentes los desequilibrados análisis sobre la libertad de prensa presentados por organizaciones como Reporteros Sin Fronteras y otras como Freedom House, que son cualquier cosa menos instituciones independientes. Criticaban con dureza a Ecuador o Venezuela pero aplicaban la sutileza con la Colombia de Álvaro Uribe, el Perú de Alan García o el México de Felipe Calderón.
Tras visitar algunos de estos países tengo la certeza de que existe una mano invisible que patrimonializa el concepto de la libertad de prensa para enmascarar la libertad de empresa. La del mercado libre, intocable, sin reglas éticas ni responsabilidades de ningún tipo. Un poder contra el poder que el liberalismo reinante se afana por proteger hasta el paroxismo.
Me esforcé para mantenerme
esterilizado frente a dogmas, estereotipos o simpatías que pudieran
influirme. Sólo dejé que los protagonistas de aquellas sociedades
retrataran su propia historia, sin silenciar a ninguno, para así perfilar el
rostro desfigurado que muchos medios españoles se empeñan en describir.
En España se vive una extraña
contradicción ideológica que impide renovar un compromiso activo con el
periodismo. Esta manera de mirar produce en los lectores múltiples
batallas perturbadoras. No
oculto que me provocan una profunda duda, especialmente por los tratamientos informativos
sobre Ecuador, Colombia, Argentina, México o Venezuela, pero más que indignación me produce pena. Nada es tan negro
como lo pintan, ni tan blanco como otros nos hacen ver. Todo es
complicado y está salpicado de tramas corruptas, de influencias políticas interesadas, de recuerdos dramáticos y
explotación pero también de sueños. Nos esforzamos en nutrir a los lectores con datos que hablan de fracasos y de éxitos. La prensa es tan influenciable hoy en día que vive con los ojos clavados en su balance de resultados en lugar de contar la historia sin ropajes encorsetados.
Pese a la globalización, existen
dificultades reales para leer informaciones contrastadas sobre esos
países (también sobre Siria, Irak, Afganistán, Birmania, China o EEUU) ya que a menudo todos beben de fuentes del mismo manantial y
generalmente ocultas. Enviados especiales que creen legítimo (y más fácil) distorsionar las
teorías para adaptarlas a sus hechos que trabajar con honestidad. Es lo que se conoce como información "coja", sin
verificar, oficial cuando interesa y opositora si se sitúa contra la izquierda del ejemplar mundo neoliberal que defienden con ardor. Pero ellos nunca se equivocan, nunca mienten, jamás manipulan. Siempre son los otros que tratan de silenciar la verdad, la libre expresión, la prensa libre que estas empresas mediáticas representan.
Pero
volviendo al tema original, y para no extenderme, quiero recordar que la libertad de prensa en España no está consolidada y que en varios países de América Latina donde los medios públicos no existían hace una década están haciendo esfuerzos fabulosos por edificar un escenario mediático a la medida de sus ciudadanos y no de unas clases adineradas que sólo tratan de perpetuar su histórico privilegio.
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