La fotografía de ©Stefano de Luigi es estremecedora. Está registrada en Kenia durante un periodo de sequía extrema como el que ahora vuelve a padecer. Más de 200 países se han reunido esta semana en Bangkok para tratar esta grave situación y avanzar en la agenda de la cumbre sobre el cambio climático que se celebrará en la ciudad surafricana de Durban a finales de este año. El objetivo es cerrar un acuerdo global que dote de herramientas prácticas a un Protocolo de Kioto que llega a su recta final en 2012 en estado agónico.
El resultado de la reunión de Bangkok no ha podido ser más desalentador. EEUU y Europa explicaron que nadie debe contar con ellos para combatir el aumento global de las temperaturas. Para ambos, la crisis es más árida que el desierto del Gobi. Y no hubo manera de ablandar su pétrea posición. Ni siquiera el informe presentado por la Alianza Panafricana para la Justicia Climática que, avalado en datos sobre el terreno de la Cruz Roja, dio cuenta de una extraña y larga sequía que mantiene al borde de la hambruna a cinco millones de seres humanos en Kenia.
Tampoco esta explícita foto pareció sacudir la conciencia de los representantes estadounidenses y europeos, encastillados en sus posiciones de que sólo en el mercado libre y en la producción a cualquier precio está la salvación. Pero, ¿para redimir a quién?
Esta pobre jirafa recorrió varios cientos de kilómetros siguiendo la senda de su memoria. El cauce del río sobre el que yace era su salvación. La opción desesperada. Pero se equivocó. Lo encontró seco y ya no tuvo fuerzas para más. Por primera vez en su largo peregrinaje dobló el espigado cuerpo y se tumbó sobre el lecho vacío del viejo manantial. Y en lugar del agua se lo llevó la muerte.
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